martes, 28 de abril de 2009

Cine mudo: "Tabú" de Friedrich Wilhelm Murnau 1931
http://www.imdb.com/title/tt0022458/
http://www.filmaffinity.com/es/film471016.html

Cine clásico: "Arsénico por compasión" de Frank Capra 1944
http://www.filmaffinity.com/es/film601961.html
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article435.html
http://www.imdb.com/title/tt0036613/

Cine moderno: "A pleno sol" de Réne Clément 1960
http://www.imdb.com/title/tt0054189/

Cine contemporáneo: "Azul" de Krzysztof Kieslowski 1993
http://www.imdb.com/title/tt0108394/
http://www.filmaffinity.com/es/film597294.html

lunes, 20 de abril de 2009

Carole Lombard apretó la tarjeta de embarque entre sus manos. Esta vez le esperaba un largo viaje: ocho horas para reunirse con Steeven; todavía no se creía del todo que antes de un mes sería su mujer... y para toda la vida. Steeven le había contado que en su país no existía el divorcio.
Revisó su atuendo: perfecto. A sus 27 años vestía ropa cara y bien elegida que realzaba su armoniosa figura. No era muy guapa, pero al sentirse a gusto consigo misma creaba un halo de atracción a su alrededor. Trató de relajarse, debería estar descansada cuando llegase. Quizás habría periodistas esperándola en el aeropuerto. Intentó dormir. Un momento después, sacó del equipaje de mano el libro que estaba leyendo y lo sostuvo unos instantes. ¿Le gustaría aquel desconocido país en el que iba a pasar el resto de su vida? Steeven le había dicho que a nadie dejaba indiferente. Pensó en lo poco que sabía de él, de sus gentes, de sus costumbres. Guardó el libro en el maletín y sacó las revistas que había comprado en el aeropuerto. Se entretuvo mirando en las imágenes a los famosos, sus trajes de noche, sus peinados. En adelante sólo tendría que ocuparse de eso, del servicio, las cenas de etiqueta, las fiestas, y por supuesto de sus hijos. Pensaban tener por lo menos cuatro. Steeven le había dicho que allí las familias eran numerosas.
Miró a su alrededor, la mayoría de los viajeros parecían hombres de negocios que, escondidos tras sus gafas, leían el periódico de la mañana. Se sorprendió al comprobar que no viajaba ningún niño y tan solo dos mujeres jóvenes que también parecían ejecutivas.
Escuchó una conversación a su lado:
-Daría lo que fuera por no tener que volver a ese maldito país.
Aguzó el oído pero la contestación se ahogó con el ruido de los motores.
Sirvieron la comida. Insípida. La esparció por el plato distraída. Cenaría agradablemente con Steeven. No comprendía por qué, pero no deseaba comer en aquel momento.
El viaje se le antojó largo. Al sobrevolar la isla, sintió la excitación de la llegada. Miró por la ventanilla. Los tejados parecían de pizarra, pensó que podía tratarse de nimbostratus, pero los destellos luminosos que irradiaba lo desmentían. Al acercarse más distinguió una sola ciudad que ocupaba toda la isla. Estaba formada por círculos concéntricos, todos ellos de color gris oscuro excepto uno de color indefinido y otro verde. Sí, esa sería la zona vip y ella viviría allí.
El aeropuerto robaba espacio al mar en aquella isla redondeada.
Se bajó del avión inquieta, pero se tranquilizó al entrar en la terminal. Era igual a todas las que había visitado por todo el mundo. Miró el reloj, habían llegado con una hora de retraso. Tendría que apresurarse. Mascando un chicle de fresa se dirigió a buscar su equipaje. Trató de encontrar una papelera sin resultado. Paseaba el papel estrujado de una a otra mano. Nadie la veía. Lo introdujo rápidamente en el centro de una cica. Miró de nuevo su reloj. A su novio le gustaba la puntualidad. Había una cola bien formada y haciéndose la distraída se coló hasta los primeros puestos. Nadie protestó. Observó que no existía cinta transportadora. Al llegar su turno apareció su equipaje. Lo recogió y se dirigió a alquilar un coche. Los coches, de un gris plata, no alcanzaban mucha velocidad. Lo primero que vio fue el puerto. No había embarcaciones de recreo, solo lanchas pesqueras y algún buque de carga.
Una única calle se internaba en la ciudad. En el carril de ida no había tráfico, tan sólo el procedente del aeropuerto que se adentró rápidamente en la ciudad.
Aunque tenía prisa quería verlo todo con detenimiento. Dentro de la primera corona de un gris casi negro el humo se confundía con las fachadas de las fábricas. Sus chimeneas extendían un olor desagradable.
La corona siguiente estaba formado por fábricas no contaminantes.
Descubrió que la mancha de color indefinido estaban formada por animales de granja. Luego entró en una zona verde de árboles madereros para pasar a otra de frutales.
No vio a nadie hasta llegar a la zona de cultivos de huerta. Estaban organizados como todo lo anterior. Las primeras personas que veía estaban uniformadas con monos grises. A su paso nadie levantó la vista.
Más allá estaba una enorme e ininterrumpida mancha gris plomizo. Se trataba también de una corona circular mucho más ancha que las anteriores formada por edificios de planta baja, destinados a viviendas. Trató de encontrar el acceso a las viviendas sin conseguirlo.
Más adelante, las franjas se extinguieron dando paso a varios edificios circulares unidos entre sí que guardaban en el centro una plaza redonda con muchos bancos que formaban hileras en forma de corona.
No había árboles, ni flores. Algunas fuentes para beber se entremezclaban entre los bancos. Los edificios que la circundaban eran de planta baja y tenían en el frente rótulos en inglés. Leyó: Almacenes Littonia, Hotel de Littonia, Comedor de Littonia, Refugio para ancianos de Littonia, Gobierno de Littonia. Colegio de Littonia, Hospital de Littonia...
Estacionó su vehículo, y recorrió a pie un trecho.
Quería saber cómo estaba organizada aquella extraña ciudad. Nada rompía el silencio. Tampoco se veía el interior de ningún edificio. No había vanos y Carole empezaba a preguntarse si debería haber traído una varita mágica.
Se acercó al único edificio que parecía tener vida y ofrecía visibilidad en aquella ciudad fantasma. Cuando ya no esperaba nada escuchó el griterío infantil. Se acercó, se podía ver el patio del colegio a través de un enrejado de hierro. Había muchos niños pero no vio ninguna cuidadora. Intentó hablarles, pero los niños que llenaban la corona exterior eran los más pequeños y no entendían su perfecto inglés.
Volvió sobre sus pasos, al lado del coche una ambulancia esperaba. Se disculpó. Menos mal que no llevaba sirena, pensó.
Buscó la entrada al hotel sin encontrarla. Observó en el suelo una plaza de parking dibujada donde se podía leer en inglés “para entrar estacione aquí su vehículo” Detuvo el coche, que se fue introduciendo en un hueco semejante a un ascensor que bajaba escasamente iluminado. Un sudor frío le recorrió la frente y se extendió por todo su cuerpo. Le pareció que iba a desmayarse. Por fin el ascensor se detuvo en un anden de metro en el que se cruzaban las vías radiales con otras circulares. Enfrente un luminoso anunciaba Hotel de Littonia. No había portero. Carole se daba ánimos esperando que el interior ofreciese un aspecto más acogedor, pero la sala que se abría ante sus ojos ofrecía un aspecto tenebroso. No había recepción; la escasa iluminación procedía de un ojo de buey situado en el centro de la parte superior del edificio. Los pasillos radiales estaban a oscuras. Sintió una opresión en el pecho. Vio aparecer en uno de los pasillos su nombre y el número de su habitación. Arrastró de mala gana su equipaje.
Trató de distraer su pensamiento. Aún podría arreglarse el peinado y el maquillaje antes de que su novio la recogiese para cenar.
A su llegada se abrió la puerta de un pequeño dormitorio. Sobre las paredes de color gris perla no colgaba ningún cuadro. Una cama que no parecía muy cómoda, una mesa y una silla, una mesita al lado de la cama y un armario constituían todo el mobiliario. Abrió el armario: insuficiente para guardar su equipaje. Un sitio de paso, pensó. No había cortinas y la ventana daba a un patio circular que parecía más oscuro al estar también pintado de gris .
El baño no era mejor de lo que ya había visto. Los azulejos gris marengo y la escasa luz que proyectaba un tubo fluorescente le daban un aspecto siniestro. Un espejo colocado sobre el lavado le devolvió su desolada imagen. Intentó distraer su pensamiento: aquello podía resultar hasta divertido cuando se lo contase a sus amigas.
Se sobresaltó al escuchar su nombre en el altavoz. La esperaba un coche en el andén.
No le había dado tiempo a arreglar su peinado ni a retocarse el maquillaje.
Caminó deprisa. Estaba deseando encontrarse con Steeven.
No la recibió Steeven, sino un chófer en un coche con cortinillas blancas, ¡al fin!, un pequeño lujo para resguardarse del sol abrasador. Lo habría enviado su novio. Estaba convencida de que lo del el hotel había sido un error y se trasladaría a un sitio más agradable.
-Buenas tardes, saludó el chófer en inglés.
-Buenas tardes -¿Puedo ir a recoger mi equipaje?
-Por el momento no será necesario.
-Le habrá enviado mi novio, el Ministro de Seguridad.
-No exactamente, srta Lombard.
Pensó que habría sido su secretario. Su novio estaba siempre muy ocupado.
Carole se sentó en el asiento trasero e intentó correr las cortinillas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que los cristales estaban pintados de blanco. Un cristal idéntico la separaba de los asientos delanteros. Trató de hablar con el chófer que parecía no oírla. De pronto pensó: ¿y si la habían secuestrado?
¿Por qué se había subido a aquel coche? El chófer parecía una persona normal, además la habían llamado por el altavoz. ¿Quien podía saber quien era ella a parte de su novio?. Quizás habían publicado su llegada en el periódico. ¿Por qué no iba a ser acertada su primera impresión? Eso era, se habían confundido de hotel, y ahora la llevaban a un hotel mejor; después de todo era lo que a ella le correspondía. Sintió que ascendía en el coche.
El móvil ¡cómo no se le había ocurrido antes! Llamaría a Steeven y él se lo explicaría todo. Cogió su móvil. Sin cobertura.
El coche empezó a rodar ¿Y si se bajaba? Atrás estaba sola. Accionó la manilla, la puerta no se abrió. Empezó a gritar pero nadie parecía oírla. De todas formas, Steeven ya la estaría buscando.
No se había preocupado de mirar el reloj a su salida, debía ser un detalle importante para encontrarla. Los secuestradores no debían ser muy profesionales porque le habían dejado el reloj y no la habían dormido. Quizás pensaban matarla y les daba igual.
De pronto, el coche se detuvo. Se dio cuenta de que apenas se habían movido. El coche arrancó de nuevo. Sintió que descendía y volvía a detenerse.
El chófer abrió la portezuela. En letras muy grandes se leía “Ministerio de Seguridad” “Sala de Recogimiento”. Ahora Carole no podía parar de reírse ante la mirada sorprendida del chófer. Su novio estaría allí esperándola. El edificio también estaba pintado de aquel gris sucio que había empezado a odiar.
Entró nuevamente en una sala circular. No se veía a nadie. En el centro, iluminada por el ojo de buey observó una pantalla parecida a la de los cajeros automáticos. Leyó, “está Vd. en la Sala de Recogimiento de la ciudad de Littonia.
Marque uno para saber de qué se le acusa. Un poco asustada marcó y escuchó asombrada: “Se le acusa de dos faltas leves y una grave”.
A su llegada a nuestro aeropuerto colocó basura en un espacio público. En el mismo aeropuerto no respetó la cola de recogida de equipajes. Estacionó su vehículo en plaza de parking reservada por espacio de 21 minutos. ¿Aquello era una broma? Recordaba las peripecias de Michael Douglas en la película “The game”, sí, eso debía de ser, pero vaya susto que le había dado su novio. Al final pudo oír “por lo que deberá de permanecer en nuestras dependencias por un espacio de tiempo de tres meses”. “Marque dos si desea hacer alguna llamada” .
Carole se sintió mejor. Llamaría a su novio que la sacaría de allí enseguida. Descolgó el teléfono y marcó el número impaciente.
-Ningún trabajador puede hablar en horas de trabajo. Si se trata de una urgencia marque 3.
Marcó el 3 y por fin una operadora contestó su llamada.
-Quiero hablar con el Ministro de Seguridad. Soy su novia. Acabo de llegar de Londres.
-Excepcionalmente, le pasaré la comunicación.
-Hola, soy Carole, acabo de llegar y he tenido algunos problemillas...
-Estoy enterado contestó.
-Ven pronto a recogerme, me has dado un susto de muerte. No me gustan esta clase de bromas.
-No se trata de ninguna broma. Has cometido tres faltas, una de ellas grave.
-Si son tonterías, tu mismo te reirás cuando te lo cuente.
-Sé perfectamente lo que has hecho.
-Pero ¿cómo? ¿ has mandado seguirme?
-No hace falta. Ha quedado registrado en las pantallas el iris de tus ojos.
-Es un sitio siniestro. Sácame de aquí.
-No es posible, has obrado en contra de nuestras leyes.
-¿Qué quieres decir?
-Que no puedo hacer nada. Lo siento.
-Vamos Steeven, no bromees.
-No se trata de ninguna broma. Yo mismo tomé parte en el establecimiento de esas leyes. Sería una burla que no las hiciera cumplir.
-Pero Steeven... yo no no podía saber...
-Obstruir el tráfico es un delito en cualquier país del mundo. Me colocas en una situación difícil. No utilices mi nombre para conseguir ventajas. Aquí no existen.
Carole colgó el teléfono con rabia. No podía reconocerle. No, ese no podía ser su Steeven, el hombre cariñoso con el que pensaba casarse muy pronto. ¿Es que la broma continuaba?
Miró a su alrededor. Iguales pasillos radiales mal iluminados con puertas a ambos lados. Volvió a descolgar el teléfono, debería existir si no un consulado al menos una oficina de extranjería. “Una sola llamada”. Se puede hacer una sola llamada, repetía una y otra vez el maldito aparato. Gritó hasta quedarse afónica ¡quiero irme! ¡quiero salir de aquí. ¡Quiero irme!
Todas las puertas estaban cerradas. Caminó por los pasillos. Una puerta se abrió a su paso. Seguramente se trataba de su celda.
Miró hacia adentró. Sólo pudo ver un catre, el ojo de buey en el techo y las paredes pintadas de un gris perla. No quería entrar y arriesgarse a quedar encerrada. Recorrió los pasillos sin descanso buscando la forma de salir, hasta que, vencida por el sueño y el cansancio del viaje, se tumbó en el frío suelo gris del pasillo, lejos de la puerta de su celda.
Soñó que se deslizaba velozmente por la ladera gris plateada de una montaña y que un hombre enorme la empujaba hacia el vacío.
A mediodía, cansada, dolorida y hambrienta, entró por fin en la celda.
La puerta se cerró tras de sí. Ahora podía ver la celda por completo. Medía lo justo par albergar el catre, una mesita polivalente, una silla y un perchero, todo ello de plástico gris. Tras una cortina estaban los imprescindibles servicios higiénicos.
Observó en la pared un ancho buzón horizontal que intentó abrir sin resultado.
Abrió el cajón de la mesita ¡al fin! un ordenador. Lo encendió.
En la pantalla se leía su nombre. Le temblaban las manos cuando trató de conectarse a internet. <>.
Carole no podía creer lo que estaba leyendo.
Apagó el ordenador.
A la hora de la comida se abrió lo que había creído un buzón para dejar paso a una bandeja con una comida frugal de olor desagradable. No la probó. Así podría hablar con el personal cuando viniesen a recoger la bandeja.
El altavoz la sobresaltó “depositen sus bandejas”, al tiempo que se abría de nuevo el buzón. Carole lanzó furiosa la bandeja contra la pared.
Durante los tres meses siguientes, día y noche, estudió la mancha que había dejado la comida sobre la pintura de la pared.
De vez en cuando, algunas gaviotas se atrevían a sobrevolar aquella celda.

miércoles, 15 de abril de 2009

Cine mudo: Avaricia (Greed) de Erich von Stroheim 1924
http://www.filmaffinity.com/es/film724826.html
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2710.html

Cine clásico: Dias sin huella (The lost week end) de Billy Wilder 1945
http://www.imdb.com/title/tt0037884/
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article616.html
http://www.filmaffinity.com/es/film325753.html

Cine moderno: Un, dos, tres... (One two three...) de Billy Wilder 1961
http://www.filmaffinity.com/es/film459265.html
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article1982.html
http://spanish.imdb.com/title/tt0055256/

Cine contemporáneo: Nuovo cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore 1988
http://www.imdb.com/title/tt0095765/
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2811.html
http://www.filmaffinity.com/es/film420972.html

domingo, 12 de abril de 2009

Cine mudo: La roue de Abel Gance 1923
http://www.imdb.com/title/tt0014417/
http://www.filmaffinity.com/es/film894725.html

Cine clásico: Un tranvia llamado deseo de Elia Kazan 1951
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2550.html
http://www.filmaffinity.com/es/film953782.html
http://www.imdb.com/title/tt0044081/

Cine moderno: Ese oscuro objeto del deseo Luis Buñuel 1977
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2456.html
http://spanish.imdb.com/title/tt0075824/
http://www.filmaffinity.com/es/film832071.html

Cine contemporáneo: Memento de Christopher Nolan 2000
http://www.imdb.com/title/tt0209144/
http://www.filmaffinity.com/es/film931317.html
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article883.html

jueves, 2 de abril de 2009

Cine mudo: El viento de Victor Sjöström 1928
http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/631269.html

Cine clásico: Sin novedad en el frente de Lewis Milestone 1930
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article2549.html
http://www.filmaffinity.com/es/film541905.html

Cine moderno: Gritos y susurros De Ingmar Bergman 1972
http://www.filmaffinity.com/es/film297219.html

Cine contemporáneo: El resplandor de Stanley Kubrik 1980
http://www.imdb.com/title/tt0081505/